jueves, 27 de mayo de 2010

Hechos, no cuentos

El otro día me paró la policía, cosa muy rara porque casi nunca me alcanzan. Y me pidió mi identificación, y yo, con el dedo, señalé mi alzacuello y el me dijo: “Ese no, su licencia por favor”. ¡Claro! el alzacuello lo puedes comprar en Internet y además de regalo te dan una biblia y el título de pastor, todo por 30 dólares. Por eso el oficial quería, algo que me identificara sin posibilidad de confusión. Pues esto mismo hizo Lucas. En su tiempo aparecieron los maniqueos y los seguidores de la gnosis, que, como veían que se les están acabando los clientes y la nueva religión se llevaba a todos pues entonces, como buenos comerciantes de religión revistieron sus creencias de los misterios cristianos e incluso escribieron sus propios evangelios. San Lucas sabiendo esto presenta en los hechos la tarjeta de identificación de la Iglesia de Cristo.
La Iglesia nace en Pentecostés con un rostro definido, e identificable: “Estaban reunidos en la estancia superior” y Lucas pasa lista: ¡Pedro! ¡Presente! Uno. ¡Juan! ¡Presente! Dos; Santiago,… tres. Andrés cuatro; Felipe, 5; Tomás; 6; Bartolomé 7; Mateo, 8; Santiago el de Alfeo 9, Simón el Zelota 10 y Judas de Santiago.... Once, en total,… ¡Falta uno! Habrá que completar la lista. Y ¡qué cosa tan extraordinaria! Lucas para completar la lista añade el nombre, de una sola entre las mujeres: “María, la madre de Jesús” Presente! La Iglesia pues, nace apostólica y mariana. “Sin María, no hay pentecostés” nos acaba de recordar Benedicto XVI. Sobre esta Iglesia descenderá el Espíritu y así el cuerpo de Cristo, tiene no sólo un rostro identificable e inconfundible, sino que toma vida y quedará sellada para siempre con viento recio y fuego.
En Babel había habido confusión de lenguas y división de un pueblo en multitud de lenguas. Con Pentecostés se vuelve a la unidad de fe y de misión. El resultado no es que los apóstoles se vuelven políglotas, sino que todos entienden lo mismo. La verdad que anuncia Pedro, es entendida y aceptada por todos, sin importar raza, idioma o cultura. La Iglesia nace pues no sólo apostólica y mariana, sino también católica, es decir universal. Por eso los hechos de los apóstoles son el relato de sólo dos de ellos, Pedro y Pablo, los que sellaron con el martirio la fe católica. Los hechos son el relato de un camino que comienzan en Jerusalén y termina en Roma, la Iglesia Católica apostólica y mariana. Olvídate de cuentos y verifica los Hechos.

1 comentario:

Juan Cristobal Lopez Gonzalez dijo...

Que bueno que Lucas refiere a la Santisima Virgen María en su relato del pentecostes. ¿Por que no se daran cuenta de esto los hemanos separados?. Si María fuera de poca o nada importancia ni siquiera la hubiera mencionado Lucas; pero le dio la importancia que merece.