miércoles, 5 de mayo de 2010

Paz después de la tormenta

Querida N.
No te preocupes de nada, la Legión es de Cristo, siempre lo fue y siempre lo será. La paz llega después de la tormenta. La paz es conquista y nunca se logra con el abandono. ¿Qué hubiera pasado si el apóstol Tomás, tras el escándalo de la cruz, no hubiera regresado con la comunidad? Por eso Jesús condiciona la recompensa a la fidelidad: “Se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”. Ap 2,10 Espero te ayude esta historia:
Había un rey que le decían «El Sabio» que no hay que confundirlo con Alfonso X el Sabio, pues éste era sabio por su cultura y conocimientos, en cambio, el personaje de nuestra historia, era sabio con sabiduría prestada. Su prudencia y habilidad para dictaminar en los casos más difíciles, le venía de tener un gran consejero: un anciano anacoreta de larga barba y lento caminar, que había sido su maestro durante su juventud y posteriormente se había ido a vivir a la cima de una montaña. La amistad nunca se había roto y el rey solía ir a consultarlo cuando tenía problemas graves de gobierno. Cierta vez se enteró que el sabio anciano estaba muriendo y el rey, acongojado, fue a visitarlo y le expresó su tristeza al tener que quedarse sin sus sabios consejos. El anciano le dijo:
—No te preocupes, te voy a dejar mi anillo. Debajo de la piedra que tiene engastada, está el secreto para resolver los más graves problemas. Si se te presenta una situación imposible de resolver, quita la piedra y ahí encontrarás la solución. Pero recuerda —le advirtió con tono solemne— sólo lo vas a poder usar una sola vez, por tanto te recomiendo que no lo abras si el problema no es verdaderamente grave e imposible de resolver.
A los pocos días murió el sabio anciano y el rey guardó el anillo. No pasó mucho tiempo sin que el rey se enfrentara con una gran dificultad. Así que instintivamente corrió a donde tenía escondido el anillo con la intención de abrirlo, pero le vino a la memoria la recomendación del anciano de usarlo sólo cuando sugiera una situación verdaderamente grave e imposible de resolver. Así que se contuvo y reflexionó: «Si lo uso ahora y después me encuentro con un problema mayor, ya no voy a poder recurrir al anillo. Mejor hago un esfuerzo, y trato de encontrar una solución haciendo acopio de lo que he aprendido de mi maestro». Dejó pues el anillo sin abrir y lo devolvió al arca donde lo tenía guardado. Esta escena se repitió muchas veces: Le venía al rey la tentación de encontrar rápido la solución recurriendo al anillo, pero se dominaba y con un poco de paciencia y reflexión iba resolviendo todas las dificultades: en unos casos consultaba, en otros casos cedía y en otros encontraba una salida airosa y así, el anillo seguía guardado sin ser abierto esperando una verdadera emergencia.
Durante algunos años logró salir adelante de esta manera, hasta que se le presentó una situación que amenazaba no sólo la misma existencia de su reino, sino también la integridad de su vida y la de su familia. Intentó de nuevo los antiguos recursos: consultó libros y expertos; solicitó consejos de los más sabios y entendidos del reino y sin embargo no logró resolverlo. Entonces se vio obligado a reconocer que éste era verdaderamente un problema imposible de resolver. Así que, decidido y a la vez emocionado por descubrir el secreto que resolvía los problemas imposibles, fue al arca donde tenía escondido el regalo del anciano. Sacó tembloroso el brillante anillo, desenroscó la esmeralda que tenían engastada, y… efectivamente ahí, en su interior estaba un pequeño pergamino muy delgado de papel de arroz. Con mucho cuidado desenrolló el diminuto pergamino tomó sus lentes y vio que tenía escritas sólo tres palabras: “ESTO.., TAMBIÉN.., PASARÁ”.
En efecto, la paciencia es la virtud que supera todas las dificultades y vence todos los obstáculos. San Pablo pone la paciencia como la primera virtud fruto de la caridad:“La caridad es paciente..., no lleva cuenta del mal, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta…” (1Cor 13,4). La paciencia y la resignación son virtudes que debemos cultivar soportando en silencio el griterío. Aprovecha la dificultad para ejercitarte en la paciencia, humildad y la mansedumbre.
Yours in Christ.

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